“Mi hijo sufre acoso escolar”

El acoso escolar o “bullying” se produce con mayor frecuencia cuando los niños tiene entre 10 y 14 años. Las víctimas son, en general, personas pacíficas, con baja capacidad de respuesta, tímidas y vulnerables. Mientras que los agresores/as son niños que no se sienten bien consigo mismos y quieren controlar y dominar a los demás.

El acoso escolar o bullying hace referencia a una serie de conductas intencionadas e hirientes de unos escolares hacia otros que tienen que ver con la tiranización y el hostigamiento. Se considera acoso escolar, por tanto, cuando se dan situaciones donde existe una víctima atacada por alguna persona o por algún grupo acosador, cuando existe un desequilibrio de poder entre víctima y agresores y si la acción se repite durante un tiempo prolongado. “Entre el 2 y el 10% de los niños españoles se encuentran en la versión más grave de este tipo de casos, porcentaje que aumenta del 15 al 35% si hablamos de intimidaciones leves”, comenta el Dr. Jesús García Pérez, pediatra en el Hospital Niños Jesús de Madrid, experto en adolescentes y presidente de la Asociación Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil (A.P.I.M.M.). “Aún así –matiza el experto- las investigaciones más recientes y la réplica de algunos estudios permiten afirmar que el panorama del acoso escolar en España ha mejorado, aunque todavía estamos lejos de erradicar el problema”.

 

VÍCTIMAS, AGRESORES Y ESPECTADORES
El fenómeno del maltrato entre iguales afecta a tres tipos de protagonistas: víctimas, agresoras o agresores y espectadoras o espectadores. “Las víctimas, aunque sus perfiles son muy variados, se puede decir que son, en general, personas pacíficas, con baja capacidad de respuesta, tímidas y vulnerables. También pueden ser estudiantes académicamente brillantes y hábiles en sus relaciones con las personas adultas y que provocan celos y envidias”, indica el Dr. García Pérez. “En un polo opuesto, –añade el pediatra– están las víctimas provocativas que muestran comportamientos irritantes, impulsividad y propensión a atacar cuando se sienten atacadas”.
Un dato muy relevante es que el 60% de los menores que acosan en el colegio cometen algún delito antes de los 24 años (perpetúan la violencia y la trasladan al trabajo o la familia).
Respecto a los agresores o agresoras, en palabras del Dr. García Pérez, “son personas que, normalmente, no se sienten bien consigo mismas y por eso quieren controlar y dominar a las demás. Buscan un poder social y un reconocimiento que no pueden obtener de otra manera. Son frías emocionalmente, prepotentes, de temperamento impulsivo y, en ocasiones, violento; no tienen sentimientos de culpa y, posiblemente, fueron víctimas de violencia doméstica. Pero, por otro lado, también pueden ser estudiantes populares y agradables ante las profesoras y profesores a los que adulan e, incluso, engañan (líderes en negativo)”.
Los espectadores y espectadoras son las alumnas y alumnos que observan las situaciones de acoso y su papel puede ser primordial a la hora de resolver este tipo de hechos. Sus actitudes y comportamientos suelen ser bastante diferentes. “Si utilizan la ley del silencio están alimentando el fenómeno porque quienes agreden se sienten cada vez más fuertes e impunes, mientras las víctimas están cada vez más solas y aisladas. Por el contrario, si se ponen de parte de la víctima y muestran una actitud activa de rechazo pueden anular el acoso. Por eso, en cualquier estrategia preventiva es fundamental trabajar con estas personas”, explica el Dr. García Pérez.

 

CARACTERÍSTICAS DEL ACOSO ESCOLAR
Se puede analizar la incidencia de algunas características del acoso escolar que aportan información para poder prevenirlo. Dichas variables son:
Género. Hay una mayor incidencia de agresiones en los chicos. Éstos practican más la agresión física, mientras que las chicas manifiestan una agresividad de tipo psicológico. Las víctimas se reparten por igual entre chicos y chicas.
Tipos de conducta. El acoso puede materializarse por medio de agresiones físicas (pegar, amenazar, romper cosas…), verbales (insultar, poner motes…), psicológicas (intimidar, provocar sensación de miedo…), sociales (impedir participar, ignorar…). El verbal es el más frecuente, seguido del físico y el social. El acoso sexual y la amenaza con armas tienen escasa incidencia.
Lugar donde se produce. En primaria, el lugar más frecuente es el patio; en secundaria, en las aulas y pasillos.
Edad. Se produce con mayor frecuencia entre los 10 y los 14 años y, aunque se constata que comienzan cada vez en edades más tempranas, estos problemas, disminuyen con la edad.

 

PREVENCIÓN Y ACTUACIÓN
– En la escuela: algunas de las medidas que favorecen la prevención de este tipo de problemas son: convertir los centros educativos en lugares de convivencia, desarrollar programas de ayuda entre iguales, explorar la vía de las comunidades de aprendizaje como forma de educación compartida por toda la comunidad, practicar la colaboración y cooperación docente, participar en actividades de formación permanente y abrir cauces a la participación de las familias y de otras instituciones y asociaciones.
– En la familia: “Pueden implicarse activamente en la educación de sus hijos porque es una responsabilidad compartida; participar en actividades escolares y extraescolares; proponer al centro la realización de proyectos y participar en los mismos; interesarse por los usos que hacen sus hijos e hijas de la televisión, Internet (redes sociales); y enseñarles a superar la frustración y aceptar los límites”, comenta el especialista.
A pesar de las actuaciones de carácter preventivo que puedan haberse llevado a cabo, es probable que en determinados casos se den episodios de maltrato. “Se trata de intervenir lo antes posible en situaciones todavía incipientes para evitar que se consoliden o prestar atención específica, interviniendo directamente con el alumnado y las familias implicadas, ofreciendo asesoramiento y apoyo técnico especializado”, afirma el Dr. García Pérez.

 

DECÁLOGO DEL BUEN TRATO 
En este sentido, existe un decálogo que resume los buenos tratos en la infancia y adolescencia: 

1. Aceptar incondicionalmente a nuestros hijos e hijas.

2. Proporcionarles amor y afecto.

3. Establecer límites razonables.

4. Respetar su derecho al juego y a tener relaciones de amistad con sus compañeros.

5. Respetar y fomentar su autonomía.

6. Protegerle de los riesgos reales o imaginarios.

7. Aceptar su sexualidad y ofrecer una imagen positiva de la misma.

8. Comunicación y empatía.

9. Participación.

10. Dedicarles tiempo y atención.