Cuando la placenta se adhiere a la parte inferior del útero y no asciende, puede cubrir la totalidad o parte del cuello uterino, dando lugar a la placenta previa o placenta baja.
Acudes al ginecólogo y tras realizarte la primera ecografía te comunica que todo es correcto salvo un detalle: tienes placenta previa o baja. Este inconveniente suele ser frecuente en el primer mes de gestación: “Es muy normal que la placenta se encuentre baja en el útero durante las primeras etapas del embarazo, pues cambia de ubicación con la expansión y el crecimiento del útero. A medida que el embarazo avanza, la placenta generalmente se desplaza hacia la parte superior del mismo, de hecho, en el tercer trimestre, debe encontrarse próxima a la parte superior del útero, de modo que el cuello uterino quede despejado para el parto”, explica el Dr. José María Fernández Moya, especialista en Ginecología y Obstetricia, que además ha trabajado en el King´s College Hospital de Londres, en la Unidad de Diagnóstico Prenatal del Servicio de Ginecología y Obstetricia.
Sin embargo, cuando la placenta se adhiere a la parte inferior del útero y no asciende, puede cubrir la totalidad o parte del cuello uterino, dando lugar a la placenta previa o placenta baja. “Esta afección, se presenta aproximadamente en uno de cada 200 embarazos, puede ocasionar hemorragias intensas antes del parto y durante el mismo”, apunta el ginecólogo.
Cómo afecta la placenta previa al parto
Se desconoce la causa de la placenta previa. Aunque sí se sabe que hay mujeres más propensas: útero anormalmente formado; haber tenido numerosos embarazos previos; madres de embarazos múltiples como gemelos, trillizos; cicatrización del revestimiento del útero debido a antecedentes de cirugía, como cesárea o aborto; someterse a técnicas de fertilización in vitro (FIV). “Las mujeres con alteraciones morfológicas en la pared uterina (malformaciones y cicatrices) presentan mayor incidencia”, apunta el ginecólogo. Al igual que las que consumen cocaína, tabaco o tienen niños a una edad avanzada, aunque según dice, se desconoce el motivo.
Existen tres tipos de placenta previa o baja en función de si cubre todo el cuello del útero o solo parte del mismo:
– Oclusión marginal: la placenta está al lado del cuello uterino, pero no cubre la abertura. En función de la evolución clínica, la posición de la placenta permite finalizar la gestación por vía vaginal, que es lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones.
– Oclusión parcial: la placenta cubre parte de la abertura cervical. Por eso, la finalización del parto dependerá de cómo evoluciona. Si se manifiesta una gran hemorragia, finalizaremos la gestación realizando una cesárea
– Oclusión completa: la placenta cubre toda la abertura cervical, por lo que, en estos casos, es totalmente contraindicado el parto por la vía vaginal.
El síntoma principal de la placenta previa es un sangrado vaginal súbito que puede comenzar cerca del final del segundo trimestre o empezando el tercer trimestre. “El sangrado puede ser intenso, lo que precisa de una intervención inmediata, o puede detenerse por sí solo, pero puede empezar de nuevo días o semanas después”, aclara el médico. Algunas veces, es posible que el sangrado no ocurra hasta después del comienzo del trabajo de parto.
En cuanto al tratamiento de la placenta previa o baja, el ginecólogo explica que antes de la 35 semana de gestación, se valora el riesgo de sangrado para la paciente frente al riesgo de un parto prematuro para el bebé. “Después de las 36 semanas, dar a luz al bebé puede ser el mejor tratamiento”, dice.
Entre las recomendaciones se encuentra el reposo absoluto o relativo: “Si la placenta está cerca del cuello uterino o está cubriendo una parte de éste, el médico puede recomendar reducir la actividad física, guardar reposo en cama, no tener relaciones sexuales y no colocar ningún elemento en la vagina”.
Otros tratamientos que pueden ser necesarios para prevenir un parto prematuro o para ayudar a que el embarazo continúe al menos hasta la semana 36, es la utilización de fármacos: transfusiones sanguíneas o inyecciones de esteroides para ayudar a que los pulmones del bebé maduren. “En último extremo, si el sangrado es abundante y no se puede controlar, puede que sea necesario realizar una cesárea de emergencia”, dice el médico.
2/05/2022