La Enfermedad Inflamatoria Intestinal es un problema crónico cada vez
más frecuente en la población. Se estima que en el 25-30% de los casos
la enfermedad se manifiesta en la infancia. No se cura, pero sí existe
tratamiento. Descubre cuáles son sus síntomas.
La Enfermedad Inflamatoria Intestinal engloba básicamente dos enfermedades: la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Se caracterizan por producir procesos inflamatorios en el intestino. No se nace con ella, sino que se desarrolla a lo largo de la vida. La edad más frecuente en la que se presenta en niños se encuentra entre los 10 y los 14 años, es decir, en la preadolescencia y adolescencia. Según la Asociación Española de Pediatría, “un tercio de los casos aproximadamente se presenta antes de los 20 años, la mayoría en los años de la adolescencia, y sólo un 4% antes de los 5 años“.
Actualmente su frecuencia está aumentando en toda la población, tanto en los pacientes adultos como en los niños y adolescentes. “La causa de este aumento en la presentación se desconoce, aunque probablemente tenga relación con una serie de factores condicionados por la vida en los países desarrollados, ya que es en ellos donde se da una mayor frecuencia de estas enfermedades”, explica el Dr. Javier Martín de Carpi, adjunto de la Sección de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu en Esplugues de Llobregat (Barcelona).
Síntomas de la enfermedad en niños
En los niños muchas veces los síntomas no son evidentes, sobre todo en la enfermedad de Crohn (dolor abdominal intermitente, estancamiento del peso, retraso de crecimiento, fiebre de repetición sin foco claro, anemia sin causa evidente…). En otras ocasiones, los síntomas pueden confundirse con otros procesos más frecuentes en los más pequeños, como es el caso de una gastroenteritis vírica o bacteriana, lo que puede hacer demorar el diagnóstico durante semanas o meses. “La persistencia de dichos síntomas (diarrea, fiebre, pérdida de peso, dolor abdominal), acompañada de deterioro físico y de estancamiento en la curva de peso, y en ocasiones asociada a alteraciones analíticas (anemia, hierro bajo, aumento de parámetros inflamatorios…), deberían hacer descartar una enfermedad de este tipo”, advierte el gastroenterólogo infantil. Cuando se presenta en los menores de cinco años, suele aparecer de manera brusca y llamativa, con diarrea importante, generalmente acompañada de sangre y moco, y rápido empeoramiento del estado general del niño.
Para realizar el diagnóstico de la enfermedad, el médico tiene en cuenta los datos clínicos, las analíticas y los resultados de las pruebas radiológicas y de la endoscopia. “Sin duda alguna, la exploración más importante es la realización de una endoscopia digestiva, que permite observar directamente las lesiones inflamatorias a lo largo del tubo digestivo ofreciendo además la posibilidad de tomar muestras para el análisis al microscopio”, explica el especialista.
Tratamiento y cuidados en casa
Al tratarse de una enfermedad crónica, no existe una cura definitiva para la misma. La medida más importante en estos pacientes es la instauración precoz de un tratamiento eficaz y continuado. Hay diferentes tipos de tratamiento (nutricionales, farmacológicos…) que poseen distintas indicaciones según el tipo y la localización de la enfermedad. “La utilización de estos tratamientos también dependerá de la fase de la enfermedad, ya que existen algunas medicaciones que tienen efecto sobre las fases de actividad y otras sirven principalmente para prolongar los periodos de inactividad”, aclara el Dr. Javier Martín de Carpi. Ambos tipos de medicaciones serán complementarios en estos pacientes. La finalidad última es el control lo más estricto posible de la enfermedad, de cara a que el niño y adolescente, una vez que se encuentre en fase de remisión (inactividad de la enfermedad), pueda llevar a cabo las actividades propias de su edad. En esta situación de remisión, no debería haber ningún tipo de limitación (alimentación, actividad), ni ningún cuidado especial diferente al del resto de los niños. “Será bueno, además, favorecer por todos los medios que estos pacientes se sientan niños normales, intentando evitar estigmatizarlos como “niños enfermos”. Por tanto, la labor de los padres será facilitar el cumplimiento de la medicación instaurada, la vigilancia activa para la rápida detección de los síntomas de reactivación de la enfermedad y la búsqueda del consejo por parte del pediatra especialista ante cualquier duda que puedan tener“, indica este experto.