Diferentes estudios realizados con técnicas de neuroimagen han demostrado que la lactancia materna prolongada favorece la maduración de áreas relacionadas con la inteligencia. Por ejemplo, se ha demostrado que la oxitocina juega un papel fundamental en el periodo de lactancia entre madre e hijo. Según la Dra. Ibone Olza, Psiquiatra Infantil del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda, (Madrid), “la liberación pulsátil de esta hormona produce en la madre sentimientos de amor hacia su hijo, así como de bienestar, confianza o autoestima y en el lactante produce relajación, serenidad y un mayor interés por las relaciones sociales”.
Diferentes estudios realizados con técnicas de neuroimagen han demostrado que la lactancia materna prolongada favorece la maduración de áreas relacionadas con la inteligencia. Por ejemplo, se ha demostrado que la oxitocina juega un papel fundamental en el periodo de lactancia entre madre e hijo. Según la Dra. Ibone Olza, Psiquiatra Infantil del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda, (Madrid), “la liberación pulsátil de esta hormona produce en la madre sentimientos de amor hacia su hijo, así como de bienestar, confianza o autoestima y en el lactante produce relajación, serenidad y un mayor interés por las relaciones sociales”.
La lactancia prolongada facilita una mejor comprensión del lenguaje y visión espacial. En este sentido, los niños alimentados con leche materna durante más tiempo presentan mayor facilidad en funciones ejecutivas, planificación, inteligencia social y emocional y con el lenguaje e incrementa su interés por las relaciones sociales.
Además, prolongar la lactancia materna aumenta los sentimientos de confianza y bienestar maternos. “La lactancia tiene un importante poder ansiolítico y tanto la oxitocina como la vasopresina cumplen un papel central en la regulación de las conductas sociales, incluidas la conducta sexual, el apego materno infantil y la memoria social”, afirma la Dra. Olza.
Por otro lado, la hormona prolactina además de intervenir directamente en la producción de la leche materna, juega un papel central en la adaptación del cerebro de la madre. Produce los cambios que dan lugar a la conducta maternal. La prolactina tiene además un efecto ansiolítico, interviniendo en la regulación del eje hipotálamo-pituitario-adrenal. “Las madres que amamantan puntúan más bajo en las escalas de estrés, ansiedad y depresión que las que no lo hacen. Este efecto ansiolítico de la lactancia se ha descrito como especialmente importante en madres con trastornos afectivos”, matiza la especialista.