Inducir o provocar el parto

¿En qué casos se realiza y cómo?, ¿cuánto dura?

La mayoría de las mujeres tienen gestaciones normales que llegan a su fin cuando el parto se desencadena de manera natural. Pero hay casos en los que surgen complicaciones y, tras valorar si es posible un parto vaginal, el médico opta por provocarlo.

La inducción es un procedimiento dirigido a desencadenar contracciones uterinas para conseguir un parto por vía vaginal. “Debido a que es un proceso inducido y no exento de complicaciones se debe ser muy cauto cuando se decide finalizar un embarazo mediante una inducción, por lo tanto, es necesario un indicación correcta, con una estudiada y valorada relación riesgo-beneficio”, explica la Dra. Teresa Gómez, ginecóloga de Centro Médico Teknon.


La inducción del parto la decide el ginecólogo cuando existen complicaciones en la madre o en el feto que pueden poner en peligro sus vidas. “Las indicaciones son diversas y se debe revisar cada caso individualmente y llegar a un consenso con los neonatólogos”, aclara la ginecóloga. Pero también existe la inducción electiva, es decir, la que se realiza sin que exista una causa médica precisa. Puede ser la propia embarazada quien solicite que le provoquen el parto argumentando circunstancias personales o familiares. Por ejemplo, la madre que vive muy lejos del hospital donde le corresponde dar a luz o la que ha tenido partos anteriores muy rápidos y le da miedo no llegar a tiempo a la clínica. Pero para llevarla a cabo es imprescindible que la gestación haya llegado a término (semana 38 de embarazo).

 

Indicaciones médicas para provocar el parto
Uno de los riesgos de la inducción es que el parto acabe en cesárea. “Es importante antes de iniciar o indicar una inducción valorar y evaluar cada caso en concreto, con una evaluación de la pelvis y del tamaño del feto y revisar que no exista ninguna contraindicación“, advierte la ginecóloga. Los principales casos en los que se indica son:
Enfermedad hipertensa grave. Las embarazadas hipertensas suelen estar controladas en Unidades de Embarazos de Alto Riesgo. En estos casos el ginecólogo suele inducir el parto en la semana 39 o 40, sin esperar que la gestación llegue al final. Si durante el embarazo la tensión sube a niveles peligrosos para la madre, también se induce el parto.
Diabetes complicada. La hiperglucemia (alto nivel de azúcar en sangre) durante el embarazo provoca que el feto nazca con más peso del normal. Si el médico prevé que el bebé va a ser demasiado grande, puede provocar el parto sin esperar a que se inicie de forma espontánea, siempre y cuando el niño ya esté maduro.
– Rotura prematura de membranas (“romper aguas”). Si la bolsa de las aguas se rompe y el ginecólogo considera que el niño puede sobrevivir fuera del útero, esperará 12 horas para ver si el parto se desencadena por si solo. Si no se desencadena, provocará el parto para evitar una infección.
– Sufrimiento fetal. Si el ginecólogo detecta a través de la monitorización alguna alteración en el ritmo cardiaco del bebé que ponga en peligro su vida, también puede optar por provocar el parto. Otros caso en los que se provoca es cuando se observa mediante ecografía poco líquido amniótico en el útero, o cuando se detecta “placenta vieja” (no suministra suficiente oxígeno al bebé), o si el líquido está teñido de color amarillento o verdoso (lo normal es que sea transparente).
– Embarazo prolongado. Cuando la gestación se alarga más allá de la semana 42, hay riesgo de que la placenta no cumpla bien su función y deje de suministrar al bebé el oxígeno y los nutrientes necesarios. Por eso, se opta por provocar el parto.
Enfermedades autoinmunes. Las embarazadas con enfermedades como el lupus o el síndrome antifosfolípido son controladas en Unidades de Embarazos de Alto Riesgo. Actualmente consiguen sacar adelante el embarazo, pero también son candidatas a la inducción: suelen inducirles el parto cuando la gestación ha llegado a término (a partir de la semana 37), sin esperar a que el parto se desencadene de forma natural.

Como se realiza la inducción del parto
Antes de llevar a cabo la inducción el ginecólogo realiza una exploración del cuello uterino de la mujer: si está borrado y existen dos o tres centímetros de dilatación, procede a romper la bolsa amniótica y le administra un goteo de oxitocina en el suero por vía venosa para desencadenar las contracciones. En cambio, si las condiciones del cuello uterino no son favorables, suele administrar por vía vaginal un gel de prostaglandinas, una sustancia que favorece la dilatación. “En todos los casos se realiza bajo supervisión directa de la madre y monitorización fetal. El procedimiento suele durar entre 8 y 24 horas, dependiendo de cada caso. Si el proceso sigue siendo desfavorable después de completar la pauta de maduración cervical, se deberá revisar la situación clínica de manera individual y valorar las diferentes alternativas entre proseguir con la inducción o finalizar mediante cesárea”, explica la Dra. Teresa Gómez, ginecóloga de Centro Médico Teknon.

 

Contraindicaciones para provocar el parto
Hay una serie de circunstancias en las que está contraindicado provocar el parto. No se puede realizar cuando existe una anomalía o estrechez en la pelvis, ya que el parto vaginal podría tener complicaciones. Ni cuando el bebé está en posición transversal, ni cuando la madre padece herpes genital activo, ni cuando ha tenido dos cesáreas anteriores. Tampoco cuando existe placenta previa central, ya que ésta cierra el canal del parto.
También existen otras contraindicaciones relativas, es decir, dependen un poco de los criterios de cada clínica u hospital. Por eso, para algunos médicos es viable inducir un parto gemelar, mientras que otros no lo ven bien. Lo mismo ocurre cuando el bebé está colocado de nalgas, o si existen cicatrices en el útero.

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