Los bebés tienen un sentido innato para bucear. Desde los cinco meses de vida puedes enseñarle a bucear en distancias cortas, dentro de una piscina adecuada para ello: a una temperatura de 30º–32º C, con agua depurada con una mínima cantidad de cloro, duchándole al finalizar la clase y dándole una crema apropiada. Lo ideal es que los padres estén en el agua con el bebé, acompañados del monitor.
Una de las preocupaciones de los padres es que su bebé caíga a la piscina y se ahogue por no saber nadar. Hasta los 20 meses, no pueden aprender a nadar, pero sí a bucear. Los bebes de 5 a 20 meses sólo están capacitados para flotar en dorsal (de espaldas) y en ventral (boca abajo) con los materiales auxiliares adecuados (tablas, churros, cinturones de tablitas, etc.), y para bucear en distancias cortas. A partir de los 20 meses en adelante ya han adquirido la suficiente fuerza en los músculos del cuello y comienzan a desarrollar la coordinación, por lo que pueden aprender a nadar (estilo perro) sin ningún tipo de material adicional, pero para conseguirlo hay que llevarlos a clases donde un profesional les enseñe. “No utilizamos manguitos ni flotadores tradicionales, pues dificultan el equilibrio y el movimiento de los brazos para llegar a nadar en posición ventral, sobre todo con niños menores de 3 años”, explica Nerea del Barrio , directora técnica del centro Baby Swim, en Madrid. Si tienes la posibilidad de apuntar a tu bebé a alguna de estas clases de natación, no lo dudes, es un alivio saber que el pequeño es capaz de defenderse en el agua en caso de caída accidental. Además, el contacto con el agua y los papás aporta otros beneficios: estimula el desarrollo psicomotor, del aparato respiratorio y circulatorio, estimula los cinco sentidos, favorece el desarrollo afectivo-social y refuerza el vínculo familiar.
Antes de los 5 meses de vida no se aconseja iniciar las clases en piscina debido a que él bebe no tiene desarrollado el sistema inmunológico (tiene más riesgo de contraer infecciones) y a que los productos de desinfección para la depuración del agua pueden irritar su delicada piel. Ten en cuenta también que la piscina a la que lo lleves cumple con los requisitos necesarios de temperatura y cloración, “las condiciones de las piscinas climatizadas no siempre están a una temperatura adecuada, por ejemplo las piscinas públicas suelen estar aproximadamente a 26º–28º C y los más pequeños no aguantan el frío”, advierte Nerea del Barrio. Estas condiciones térmicas las encontrarás en las piscinas climatizadas especializadas en actividades acuáticas infantiles.
Cómo enseñarle a bucear
Hay que tener en cuenta que cada “niño es un mundo” y se debe respetar su ritmo de aprendizaje. Se aconseja iniciar las clases con un cursillo intensivo de 20 sesiones de 30 minutos cada una y al finalizar, continuar con tres, dos o una sesión por semana para mantener lo aprendido y seguir adquiriendo cosas nuevas. “Es importante hacer las primeras clases muy seguidas en beneficio de la adaptación al medio acuático y al monitor. Y hay que escoger un horario en el que el bebe no tenga ni hambre, ni sueño”, indica la monitora Nerea del Barrio.
1. Antes de comenzar, período de adaptación. En sus primeras clases lo más importante es la familiarización y adaptación al medio acuático: chapotear, observar todo lo que le rodea, ponerle en contacto con los materiales, juguetes, escaleras, bordillo. “No hay que forzar la situación para meter prisa y aprender a nadar, sino conseguir que su primera actividad deportiva sea uno de sus mejores momentos del día”, advierte la especialista en natación infantil.
Por regla general, tras dos días de adaptación, el niño ya suele estar preparado para realizar inmersiones, aunque depende mucho de cada bebé.
2. Primero, las inmersiones. Tómalo en brazos, por debajo de las axilas, su cara ha de estar frente a la tuya. Hazle la señal de aviso: cuenta en voz alta 1, 2, 3 (al mismo tiempo que lo balanceas y lo bajas al nivel del agua)… le soplas en la cara para que cierre la glotis y, sin soltarlo, lo sumerges (un segundo) y al mismo tiempo lo desplazas hacia ti. Lo abrazas y le felicitas sonriendo.
Recuerda que la señal de aviso es muy importante que sea siempre la misma. Para los bebés, consiste en hacer un amago: contar hasta tres al mismo tiempo que lo balanceas y lo bajas hacia el agua. En los niños que ya responden a su nombre puede ser, por ejemplo: “María, vamos a meter la cabeza”. En la primera inmersión es probable que trague un poco de agua, si ocurre, has de calmarlo sin salir de la piscina: ofrécele algún juguete y consuélalo.
3. Ahora, los desplazamientos. Cuando le hayas hecho unas cuantas inmersiones y veas que se siente seguro, puedes comenzar a practicar los desplazamientos. Para ello son necesarios dos adultos (papá y mamá, o uno de ellos y el monitor). Dentro de la piscina debéis colocaros uno en frente del otro, a una distancia aproximada de un metro. Toma al niño en brazos, de espaldas a ti, ha de mirar hacia al adulto que está en frente. Le avisas: “Un, dos, tres…”, lo bajas, lo sumerges y al mismo tiempo lo impulsas suavemente hacia la otra persona. Por primera vez el bebé pierde el contacto con el adulto (será sólo un instante) y, de forma innata, comienza a desplazarse bajo el agua moviendo manos y piernas. Piensa que la distancia es muy corta, menos de un metro. La otra persona lo recoge, le sonríe y la felicita. Los primeros desplazamientos son muy cortos y han de durar sólo un instante.