La tasa de cesáreas recomendada por la OMS se sitúa entre el 10 y el 15 por ciento. Sin embargo, en la realidad se superan estas cifras: alrededor de un 40% en la sanidad privada y el 23-25% en la pública. Una de las razones por las que crece el número de cesáreas en los centros privados es porque el médico suele trabajar solo, de ahí que haya hospitales privados que están desarrollando programas para atender el parto por equipos, como ocurre en el sistema sanitario público, facilitando así el parto vaginal. Según asegura el Dr. Eduardo Cabrillo, jefe de Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital La Moraleja, “la cesárea aumenta significativamente los gastos directos de quirófano y hospitalización, el riesgo de segundas cesáreas o mayor baja laboral, entre otros”.
Existen ciertos grupos de embarazadas que concentran el mayor número de cesáreas (64.5% de las indicaciones de cesáreas), con factores que podrían modificarse para disminuir esta tasa: mujeres en su primer embarazo a término a las que se induce el parto, mujeres a término que han parido ya otras veces con una cesárea anterior y, por último, gestantes con el feto en podálica (de nalgas).
Según los expertos, hay que eliminar las indicaciones de inducción electiva del parto por conveniencias de la madre y el ginecólogo (molestias y sobrecarga del final de la gestación, bebés aparentemente grandes, conveniencia de fechas, etc.) que no suponen riesgo para la salud materno-fetal, y sí pueden abocar a un parto prolongado, no deseado por nadie, o a una cesárea por haber fallado la inducción del parto.
Aunque una cesárea pueda tener menos complicaciones para el feto, puede suponer graves consecuencias para la madre con complicaciones por sangrado, posibles lesiones urinarias o intestinales, infecciones, tromboflebitis, etc., aumentando la mortalidad pues no debe olvidarse que se trata de una operación mayor. La mortalidad materna aumenta entre 5 y 6 veces en el caso de sufrir una cesárea, aseguran los expertos.