Según explica este especialista, “un niño que duerme mal se vuelve más agresivo, por ello hay que tener en cuenta que detrás de muchas de estas conductas que se dan en las aulas, se esconden problemas relacionados con la falta de sueño. Si el déficit de sueño se vuelve crónico puede afectar al crecimiento normal del niño, y su sistema inmunológico puede verse afectado, con un porcentaje mayor de probabilidades de desarrollar catarros, gripes y otros procesos infecciosos”.
Alteraciones más frecuentes
Las principales alteraciones del sueño de los más pequeños son la falta de horas de sueño debido fundamentalmente a los horarios familiares que les impide dormir lo que necesitan, los trastornos respiratorios del sueño (entre un 2-3% tiene apneas del sueño y hasta un 10% ronca de manera habitual), el insomnio y las parasomnias. “Las pesadillas están presentes hasta en un 30% de los niños desde los dos años; los terrores nocturnos, muy comunes entre los 3 y 6 años, se suelen manifestar en niños con antecedentes familiares; y el sonambulismo, que habitualmente aparece entre los siete y los doce años”.
Educar para dormir bien
Ante la continuada presencia de alteraciones del sueño, este experto recomienda que se consulte con el pediatra: “Si los padres observan una mayor irritabilidad, cambios en el carácter, o los episodios se repiten con mayor frecuencia sobre todo a edades en las que ya no es habitual, deberán llevarlos al pediatra para que trate estos problemas o para que sea derivado a una unidad especializada en sueño”.
La mayor parte de los casos de insomnio en la población infantil están relacionados con “una mala educación de los hábitos del sueño”. En este sentido, “es recomendable enseñar al niño desde pequeño cuál es la hora de acostarse y de levantarse, crear un ambiente relajado en ese momento, establecer horarios para cada comida, para la higiene personal y para el juego, así como limitar los horarios de consumo televisivo y potenciar la siesta hasta los cuatro años”.