Los niños corren, saltan, juegan y se caen. Es inevitable. Y en esos momentos aparece el dolor y la inflamación en la zona lesionada. De hecho, el dolor musculoesquelético (DME) representa, junto al de cabeza y al abdominal, la causa más frecuente de dolor recurrente en pediatría, según el pediatra Jaime de Inocencio Arocena, del centro de salud Estrecho de Corea, Madrid. Tanto el dolor como la inflamación se pueden aliviar con frío y calor. Pero, ¿cuándo utilizar frío o calor?
Los niños corren, saltan, juegan y se caen. Es inevitable. Y en esos momentos aparece el dolor y la inflamación en la zona lesionada. De hecho, el dolor musculoesquelético (DME) representa, junto al de cabeza y al abdominal, la causa más frecuente de dolor recurrente en pediatría, según el pediatra Jaime de Inocencio Arocena, del centro de salud Estrecho de Corea, Madrid. Tanto el dolor como la inflamación se pueden aliviar con frío y calor. Pero, ¿cuándo utilizar frío o calor?
Utilización del frío
La aplicación de frío se suele utilizar sobre la lesión en las primeras 72 horas y sirve para evitar la inflamación o rebajarla, prevenir hematomas, y al mismo tiempo, calmar el dolor: el frío contrae los vasos sanguíneos, lo que evita que la sangre se extravase, es decir, que salga por las paredes de las venas y se acumule en los tejidos.
Puede utilizarse en caso de golpes, contusiones, picaduras de insectos, inflamaciones, dolor dental, dolor de cabeza, o quemaduras superficiales.
Se puede aplicar de forma húmeda, con compresas, o en seco, a través de bolsas de hielo, y es recomendable para reducir la inflamación debida a un traumatismo, en caso de sufrir una cefalea o para prevenir la aparición de hematomas. Hay que tener mucho cuidado al aplicarlo en niños porque dada la sensibilidad de la piel puede provocar quemaduras. La recomendación es no aplicar el hielo seco directamente, sino envuelto en una tela o gasa. Un buen truco es utilizar un paquete de guisantes congelados que se adapta a la zona lesionada. “El modo de administración debe ser en periodos alternos de entre 15 y 20 minutos durante alrededor de dos horas”, explica Yolanda Peral, supervisora de hospitalización del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y coautora del Protocolo del Manejo del Dolor.
Una vez que se haya administrado frío se recomienda secar la piel adecuadamente, sin frotar y tener especial cuidado en no administrar frío a personas con problemas de circulación porque se agravarán y sobre heridas en proceso de cura.
Empleo del calor
El calor se recomienda cuando la lesión lleva más de 72 horas de evolución, o cuando hay rigidez en los músculos. Se suele utilizar para aliviar el dolor en caso de dolor muscular, dolor de espalda o contracturas. Su función es dilatar los vasos sanguíneos para que fluya más sangre a los tejidos y se relajen.
Se puede administrar de forma húmeda (con compresas o a través de un baño) o de forma seca (con bolsas de agua o los clásicos sacos de semillas). “La administración de calor es muy recomendable para tratar el dolor de las inflamaciones no traumáticas de las articulaciones; además, acelera el drenaje de procesos infecciosos y de abscesos y relaja la musculatura contraída. El modo de aplicación es a través de periodos alternos de entre 15 y 20 minutos durante alrededor de dos horas”, detalla Yolanda Esperanza, supervisora de enfermería de la Unidad de Cuidados Intensivos y de Urgencias del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
Está contraindicado utilizar calor en cualquier herida que sangre durante las primeras 24 horas porque aumenta el flujo sanguíneo y favorece el sangrado. También en prominencias óseas porque son zonas de sensibilidad reducida y favorece las lesiones cutáneas.