Un estudio realizado en la Universidad de Ohio (Estados Unidos) con 18 niños de 6 y 17 años con autismo, ha observado tras ocho semanas de seguimiento que al realizarles un trasplante fecal mejoraban muchos de los aspectos de su comportamiento: lenguaje, interacción social y conducta repetitiva, además de mejorar la hiperactividad y la irritabilidad. Las mejoras se mantuvieron ocho semanas después del tratamiento.
Un estudio realizado en la Universidad de Ohio (Estados Unidos) con 18 niños de 6 y 17 años con autismo, ha observado tras ocho semanas de seguimiento que al realizarles un trasplante fecal mejoraban muchos de los aspectos de su comportamiento: lenguaje, interacción social y conducta repetitiva, además de mejorar la hiperactividad y la irritabilidad. Las mejoras se mantuvieron ocho semanas después del tratamiento.
El estudio no es concluyente, pero ha abierto la puerta a que se investigue en esta línea con nuevos trabajos. Los últimos descubrimientos en microbiota (cien millones de bacterias que habitan en nuestro intestino y nos mantienen sanos) han visto su enorme potencial, aún sin descubrir, en el tratamiento de enfermedades. Actualmente, el trasplante de heces se utiliza con éxito en hospitales, como el Ramón y Cajal (Madrid), para el tratamiento de la enfermedad por Clostridium difficile, una bacteria que produce diarrea recurrente, lo que conlleva desnutrición y aislamiento social.
También existen estudios que han relacionado determinadas bacterias “buenas” del tipo Lactobacillus –presentes en el yogur y en algunos preparados probióticos– con el control de la ansiedad y la depresión. En el punto opuesto se encuentra la bacteria Campylobacter jejuni –presente en la carne contaminada de pollo y la leche sin pasteurizar– que causa infección intestinal, produciendo un estado de ansiedad.