Muchos niños necesitan tener cerca determinados objetos para sentirse seguros: la almohada, el peluche, la mantita, etc. Los llevan en situaciones que les producen desasosiego, como puede ser la hora de dormir, la visita el médico, al ir a la guardería, o incluso al comenzar a caminar. Se llaman objetos de transición y les ayudan cuando están separados de la madre.
Los objetos de transición desempeñan un papel importante durante la etapa de desapego de la madre, es decir, en torno al primer año de vida, coincidiendo con el inicio de los primeros pasos y la entrada en la guardería. “No se trata de una conducta preocupante, al contrario, estos objetos ayudan a los niños a aprender a estar separados de la madre y de su entorno seguro sin sufrimientos innecesarios”, explica Alicia López de Fez, directora del Centro Psicología López de Fez, en Valencia (www.tupsicologoenvalencia.es). Además, los objetos de transición sirven para desarrollar la socialización, porque se sienten más seguros en entornos no conocidos, lo que les motiva a interactuar con otros niños; y la afectividad, porque les ayuda a expresar tanto las emociones positivas (cuando les abrazan y les besan) como las emociones negativas (cuando les dan algunos golpes si se enfadan).
Se trata de una conducta frecuente en muchos niños y totalmente normal dentro de su desarrollo. Sin embargo, hay pequeños que dependen más de los objetos de transición que otros. Incluso algunos no los necesitan. “Es menos frecuente en los niños independientes, seguros, que crecen en entornos libres de miedos y donde se promueve la confianza en ellos mismos”, dice la psicóloga.
Ayúdale a olvidarse de los objetos de transición
El osito, la almohada, su muñeco preferido… le acompañan en esas situaciones en las que el pequeño siente miedo. A través del objeto de transición, se siente seguro y recuerda el calor de la madre/padre y del hogar. En general, esta conducta suele desaparecer después de los tres años, “Poco a poco aprende a apoyarse y a confiar en personas distintas a las de su familia más cercana, como el profesor u otros niños, de la guardería o del cole”, explica la psicóloga. En estos momentos es importante enseñarle al niño que, aunque su peluche o su mantita son muy importantes, puede aprender a vivir sin ellos. En cualquier caso, la retirada es gradual y suele ser el propio niño, sin necesidad de que intervenga el adulto, el que progresivamente comience a reclamarlo sólo en determinados momentos, especialmente cuando se presenten situaciones nuevas que le produzcan inseguridad o miedo, como el nacimiento de un hermanito, un cambio de casa, de colegio, etc.
Para fomentar la confianza en el niño y, por tanto, la progresiva retirada del objeto de transición, podemos hacer lo siguiente:
– Está contraindicado quitárselo de golpe o tirarlo a la basura sin su consentimiento, aunque nos parezca sucio y viejo. Es conveniente pensar si es preferible lavarlo (por supuesto, hay ocasiones en las que se debe lavar) o coser alguna pieza que está rota. Precisamente, su aspecto, su tacto y olor es lo que lo hace tan familiar para el niño, y le confiere esa seguridad que encuentra en él.
– Es recomendable tener otro objeto de repuesto, si no exactamente igual, que sea un objeto al que también le tenga cariño. De esta forma, si lo pierde o se rompe, podrá sustituirlo sin demasiados traumas. – Cuando el niño todavía no sabe expresarse con palabras, a veces un abrazo y un beso pueden calmar su llanto.
– Mirarle a los ojos cuando esté tratando de expresar le ayudará a sentirse comprendido y, por tanto, confiado.
– Demostrar empatía cuando se sienta frustrado o enfadado.