Los pediatras de Atención Primaria aconsejan educar a los niños a comer con cariño pero con firmeza y no prolongar el uso de biberones ni papillas. “Se les debe estimular a probar texturas y sabores diferentes y a masticar alimentos sólidos combinándolos con la lactancia materna”, explica la Dra. Sánchez Pina.
Los pediatras de Atención Primaria aconsejan educar a los niños a comer con cariño pero con firmeza y no prolongar el uso de biberones ni papillas. “Se les debe estimular a probar texturas y sabores diferentes y a masticar alimentos sólidos combinándolos con la lactancia materna”, explica la Dra. Sánchez Pina.
A partir de los 9-12 meses los niños ya pueden comer los mismos alimentos que sus padres, en menor cantidad y machacados, evitando únicamente los alimentos duros. A partir de los 15-18 meses, comen menos cantidad que antes porque crecen menos. Desde la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) apuntan que “los cambios en el estado de ánimo como la irritabilidad, aumento de las rabietas, crisis de llanto, tozudez, pasividad o actitud tiránica son signos de dificultad psicológica del niño en edad preescolar y escolar, pudiendo aparecer antes que los cambios en la conducta alimentaria. Cuando un niño o adolescente intenta saltarse comidas, esconde o tira alimentos y come en secreto, puede que sean señales significativas o incluso los primeros estadios de un trastorno de alimentación”, añade la Dra. Montserrat Graell Berna, Psiquiatra Infantil.
Trastorno alimentario en la adolescencia
En la adolescencia se incrementa de forma considerable la incidencia y prevalencia de estos problemas y se estima que 1 de cada 250 adolescentes pueden padecer algún tipo de trastorno alimentario. “La anorexia es más frecuente entre los 15 y los 18 años y la bulimia suele darse a partir de los 16 años. En cualquier caso, hemos detectado que se está adelantando la edad en la que se empiezan a dar estos trastornos, siendo cada vez más frecuente al inicio de la adolescencia en niñas de 12 años”, subraya la Dra. Concha Sánchez Pina.
Ambos trastornos son más frecuentes en el sexo femenino. De hecho, según la Dra. Sánchez Pina, “la anorexia es hasta 9 veces más frecuente en chicas y la bulimia 3 veces más que en varones”. Sobrepeso, perfeccionismo, exceso de autocontrol, miedo a la maduración o baja autoestima son algunos de los factores que pueden influir en el desarrollo de la anorexia, pero los pediatras de AP subrayan que la genética también está relacionada con los trastornos de alimentación, ya que la existencia en la familia de un miembro con un TCA multiplica entre 2 y 20 veces el riesgo de padecerlo a cualquiera de sus miembros”, explica la Dra. Sánchez Pina.
Los pediatras muestran su preocupación por determinados factores socioculturales como la apología que se hace de la delgadez en el mundo de la moda o en la publicidad y los prejuicios que existen contra la obesidad en determinadas profesiones y deportes que pueden influir en los malos hábitos alimentarios. La experta explica que “los patrones alterados de alimentación, en especial saltarse comidas, ayunos de 12–24 horas y presencia de vómitos autoprovocados son los signos de alarma con menos falsos positivos”, apunta.
El diagnóstico y tratamiento precoz pueden mejorar el curso clínico y el pronóstico de trastornos como la bulimia o la anorexia, por lo que es esencial conocer los síntomas que constituyen las señales y fases iniciales de estas enfermedades.
La mayoría de adolescentes muestran preocupación por su peso e imagen corporal y hasta un 50% de ellos puede manifestar insatisfacción corporal. Por esta razón, los cambios en la preocupación por la comida, el peso y la figura corporal son señales de los trastornos de alimentación, pero pueden tener falsos positivos. Estos síntomas solo se consideran de alarma si han cambiado en intensidad y frecuencia y si se acompañan de importantes cambios en el patrón alimentario y pérdidas de peso de más de medio kilo a la semana.
La alerta debe emitirse cuando existe una pérdida de peso no justificable aunque sea inmediatamente después de una enfermedad física o cuando hay vómitos sin aparente causa orgánica. “El incremento o aparición de interés por la actividad física desmesurada junto al cambio de patrón alimentario o esconderse en el baño tras las comidas, deben hacer sospechar un trastorno de alimentación en el adolescente”, matiza la Dra. Sánchez Pina.