“Casi todas las comunidades autónomas tienen establecido que cuando el pediatra detecta una posible patología oftalmológica remita a la óptica en lugar de al oftalmólogo“, advierte el doctor Jose Augusto Abreu, presidente del Grupo Español de Oftalmología Pediátrica de la Sociedad Española de Oftalmología (SEO). La principal consecuencia de esta práctica, asegura, es “el retraso en el diagnóstico de muchas patologías, lo que puede ocasionar un agravamiento de las mismas“. A juicio de este experto, “ningún niño debería usar gafas sin el consejo de un oftalmólogo“.
Algunas pruebas diagnósticas, como la dilatación de la pupila, “sólo puede realizarlas un oftalmólogo“, confiesa el doctor Abreu. Además, trastornos de la visión, como la hipermetropía “pueden ofrecer un falso diagnóstico en una revisión rutinaria, ya que durante unos minutos o unas horas el niño puede forzar la vista para leer de cerca”. La visión binocular también “puede no ser diagnosticada correctamente si las pruebas se realizan con cada ojo por separado”. Por otro lado, algunos síntomas tardan en ser diagnosticados en el niño, como el dolor de cabeza asociado a mal rendimiento escolar y la fotofobia, que pueden indicar una patología ocular, y que un oftalmólogo puede detectar. Este especialista recomienda acudir al oftalmólogo en caso de alguno de estos síntomas o de encontrar alguna diferencia entre los dos ojos en su forma o su funcionalidad.
Estrabismo y ojo vago
Los niños pueden tener las patologías oculares del adulto, aunque es más frecuente la aparición el estrabismo y la ambliopía (conocida como ojo vago), relacionadas entre sí. En ambos casos, el diagnóstico y tratamiento precoz, antes de que el ojo complete su evolución permiten que el trastorno desaparezca. El estrabismo es la pérdida del paralelismo de los ojos, de modo que cada uno mira en una dirección. En algunos casos, la desviación es intermitente y se produce, sobre todo, en situaciones de cansancio o debilidad. Puede aparecer antes de los 6 meses de vida (congénito), durante la niñez o, en algunos casos, en edad adulta, debido a un trastorno de los músculos oculares o por un defecto en la visión, señala el doctor Josep Visa, presidente de la Sociedad Española de Estrabología (SEE). La consecuencia más grave del estrabismo es el ojo vago. Para evitar ver doble, el cerebro del niño suprime la visión de uno de de los ojos, que es el que se vuelve vago o amblíope. El tratamiento del ojo vago es más fácil cuanto más pequeño es el paciente, ya que se le enseña a ver, lo que no puede lograrse en niños más mayores. Por eso, “si no se corrige antes de los 8 años puede ser irreversible“, apunta el doctor Abreu.
¿Cuándo se recurre a la cirugía?
Si existe un defecto refractivo asociado al estrabismo, el tratamiento indicado en niños es la corrección óptica (gafas o lentillas), que puede curar la patología. Cuando se haya desarrollado una ambliopía (ojo vago), se debe recuperar la visión de ese ojo tapando el ojo sano para que trabaje más el ojo vago. Si continúa la desviación, es necesaria la cirugía de los músculos oculomotores, encargados de mover el globo ocular, revela la doctora Ana Galán, miembro de la junta directiva de la SEE.